miércoles, 6 de noviembre de 2013

TARDES DE BUTOH EN EL BOTÁNICO

    La tarde, el jardín, los cuerpos, el Butoh, casi una misma danza que al unísono recrea escenas de una tensión que golpea al espectador con una violencia inusitada, atenciones sobre la quietud. ¿Cómo explicar un espectáculo de danza Butoh? ¿Cómo explicar las sensaciones raras que provoca? Incomodidad, impresión, estremecimiento, desolación.

      La cita es a las cuatro y media durante todos los domingos de noviembre en el Jardín botánico de la capital federal. En la entrada una chica nos recibe entregándonos el programa y la referencia “este es el punto de encuentro, desde acá partimos todos juntos”. Al rato un variopinto grupo de espectadores iniciará un recorrido por distintos rincones del Jardín. En total realizarán cuatro paradas y en cada una de ellas tendrá lugar una performance de Butoh diferente representada en ese marco natural.

      Butoh  es el nombre utilizado para referirse al distinto abanico de técnicas de danza creadas en 1950  luego de los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki. Es una reflexión del cuerpo sobre el cuerpo y el lugar que este ocupa en el Cosmos.  En los espectáculos de Butoh suele no haber decorado o vestuario determinado; es habitual que los intérpretes actúen desnudos o pintados de blanco, la idea no es pensar el hecho sino sentirlo: "No hablar a través del cuerpo, sino que el cuerpo hable por sí sólo".

      En el primer acto, Danza de la oquedad, Violeta Ocampo en torno a una fuente sin ninguna música más que el sonido ambiente del agua cayendo detrás, comienza a levantarse muy lentamente.  Podemos ver como mueve independientemente cada uno de los músculos de su cuerpo con una coordinación muy trabajada, a la manera de un mimo, pero con tensiones y posturas muy fuera de lo común.

 Por momentos  nos resulta ininteligible entender cómo consigue el equilibrio o como su cuerpo soporta la tensión y el esfuerzo... pero se va armando una idea, un dibujo con el cuerpo. La bailarina podría estar representando un inicio, el nacimiento de algo, como un cuerpo devastado que explorando realiza movimientos por primera vez. Comienza a caminar y hay algo de ella que está fuera de sí, la mirada extraviada, es como si estuviera en otro plano, en otra dimensión.

    Nos indican que avancemos.    Luego de caminar unos metros por los senderos del jardín arribamos a otra explanada donde aparecerá Yedra, de Nuria Vadell.   Una chica caminando con ritmo lento y pesado le marca un pulso de cascabeles (mientras toca un cuenco tibetano) a una segunda bailarina que aparece en escena con vestuario muy extraño. Violentos colores rojos y violetas sobre su cuerpo. Movimientos que nos traen la idea de un ave.    Representará alrededor de un árbol formas que parecen fundirse con el paisaje y movimientos que parecen imposibles.    Hasta aquí la tensión es muy fuerte, realmente hay algo que duele en el ver como se mueven esos cuerpos casi desnudos. Por lo demás el Butoh es despojado, sin muchos elementos. Es el arte de lo mínimo, pero la incertidumbre y el sufrimiento que refleja es muy grande. Los cuerpos parecen en apariencia lacerados.

      Nuevamente avanzamos hacia la tercera representación. Todas son breves, ninguna supera los 15 minutos.   Aquí las  bailarinas Mariela Martínez y Catalina Bernabei, desarrollan varias ideas sobre una música de Javier Sicardi. Bajo el título “Serpiente Enlanada” recrean conflictos, competencias y  disputas.

      El movimiento interno de las bailarinas es muy intenso, puede percibirse claramente a través de sus  cuerpos. La fuerza no pasa por el desplazamiento sino que se trasluce desde el interior de las que danzan, dejando en el aire un halo de gran tensión y concentración. A su vez la representaciones parecen aludir siempre a algo natural, cíclico, como representando cosas  de la naturaleza.

      Un último paseo por los senderos del Jardín y una  última representación: “Súper tejido limbo” será el título del acto a cargo de la compañía colombiana Maldita Danza.

      La actuación se inicia con un ritmo extremadamente lento (al igual que en todas las otras representaciones) para estallar repentinamente  en coreografías de todo tipo. Desde un Minotauro de cuatro patas a una coreografía de cumbia, pasando por un ritual de sacrificio y acrobacias sobre música técno este dúo realiza toda clase de movimientos.

     El final deja un sabor irónico mostrando cómo se pasa de un sacrificio humano a la cumbia colombiana en cuestión de segundos. Del miedo a la risa, de lo siniestro a la vida cotidiana.

    Nos alejamos del parque y perduran en nosotros las sensaciones que el Butoh nos trajo. El ruido de la calle parece fuera de contexto y los transeúntes que pasan devuelven la misma ironía que los bailarines: un niño sonriendo que no deja de tener remera de calaveras sangrando, una moto echando humo sobre un cielo hermoso al que parece no importarle, el tiempo reanudando su marcha de  andar cotidiano sin asombro.

    "Tardes de Butoh" en el botánico invita a la reflexión durante todos los domingos de noviembre siendo una buena oportunidad para acercarse a ver un espectáculo Japonés de  características esencialmente distintas a las habituales, y  de manera totalmente gratuita.  


Cobertura periodística realizada por Mariano Pérez Gallardo, alumno de segundo año de la Tecnicatura en Comunicación Social.

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