La tarde, el jardín, los cuerpos,
el Butoh, casi una misma danza que al unísono recrea escenas de una tensión que
golpea al espectador con una violencia inusitada, atenciones sobre la quietud.
¿Cómo explicar un espectáculo de danza Butoh? ¿Cómo explicar las sensaciones
raras que provoca? Incomodidad, impresión, estremecimiento, desolación.
La cita es a las cuatro y media
durante todos los domingos de noviembre en el Jardín botánico de la capital
federal. En la entrada una chica nos recibe entregándonos el programa y la
referencia “este es el punto de encuentro, desde acá partimos todos juntos”. Al
rato un variopinto grupo de espectadores iniciará un recorrido por distintos
rincones del Jardín. En total realizarán cuatro paradas y en cada una de ellas
tendrá lugar una performance de Butoh diferente representada en ese marco
natural.
Butoh es el nombre
utilizado para referirse al distinto abanico de técnicas de danza creadas en
1950 luego de los bombardeos atómicos
sobre Hiroshima y Nagasaki. Es una reflexión del cuerpo sobre el cuerpo y el
lugar que este ocupa en el Cosmos. En
los espectáculos de Butoh suele no haber decorado o vestuario determinado; es
habitual que los intérpretes actúen desnudos o pintados de blanco, la idea no
es pensar el hecho sino sentirlo: "No hablar a través del cuerpo,
sino que el cuerpo hable por sí sólo".
En el primer acto, Danza de la
oquedad, Violeta Ocampo en torno a una fuente sin ninguna música más que el
sonido ambiente del agua cayendo detrás, comienza a levantarse muy
lentamente. Podemos ver como mueve
independientemente cada uno de los músculos de su cuerpo con una coordinación
muy trabajada, a la manera de un mimo, pero con tensiones y posturas muy fuera de lo común.
Por momentos
nos resulta ininteligible entender cómo consigue el equilibrio o como su
cuerpo soporta la tensión y el esfuerzo... pero se va armando una idea, un
dibujo con el cuerpo. La bailarina podría estar representando un inicio, el
nacimiento de algo, como un cuerpo devastado que explorando realiza movimientos
por primera vez. Comienza a caminar y hay algo de ella que está fuera de sí, la
mirada extraviada, es como si estuviera en otro plano, en otra dimensión.
Nos indican que avancemos. Luego de caminar unos metros por
los senderos del jardín arribamos a otra explanada donde aparecerá Yedra, de Nuria
Vadell. Una chica caminando con ritmo lento y pesado
le marca un pulso de cascabeles (mientras toca un cuenco tibetano) a una
segunda bailarina que aparece en escena con vestuario muy extraño. Violentos
colores rojos y violetas sobre su cuerpo. Movimientos que nos traen la idea de
un ave. Representará alrededor de un árbol formas que
parecen fundirse con el paisaje y movimientos que parecen imposibles. Hasta aquí la tensión es muy fuerte, realmente
hay algo que duele en el ver como se mueven esos cuerpos casi desnudos. Por lo
demás el Butoh es despojado, sin muchos elementos. Es el arte de lo mínimo,
pero la incertidumbre y el sufrimiento que refleja es muy grande. Los cuerpos
parecen en apariencia lacerados.
Nuevamente avanzamos hacia la tercera representación. Todas son breves,
ninguna supera los 15 minutos. Aquí las
bailarinas Mariela Martínez y Catalina Bernabei, desarrollan varias
ideas sobre una música de Javier Sicardi. Bajo el título “Serpiente Enlanada”
recrean conflictos, competencias y
disputas.
El movimiento interno de las
bailarinas es muy intenso, puede percibirse claramente a través de sus cuerpos. La fuerza no pasa por el
desplazamiento sino que se trasluce desde el interior de las que danzan,
dejando en el aire un halo de gran tensión y concentración. A su vez la
representaciones parecen aludir siempre a algo natural, cíclico, como
representando cosas de la naturaleza.
Un último paseo por los senderos
del Jardín y una última representación:
“Súper tejido limbo” será el título del acto a cargo de la compañía colombiana
Maldita Danza.
La actuación se inicia con un ritmo
extremadamente lento (al igual que en todas las otras representaciones) para
estallar repentinamente en coreografías
de todo tipo. Desde un Minotauro de cuatro patas a una
coreografía de cumbia, pasando por un ritual de sacrificio y acrobacias sobre
música técno este dúo realiza toda clase de movimientos.
El final deja un sabor irónico mostrando cómo
se pasa de un sacrificio humano a la cumbia colombiana en cuestión de segundos.
Del miedo a la risa, de lo siniestro a la vida cotidiana.
Nos alejamos del parque y perduran
en nosotros las sensaciones que el Butoh nos trajo. El ruido de la calle parece
fuera de contexto y los transeúntes que pasan devuelven la misma ironía que los
bailarines: un niño sonriendo que no deja de tener remera de calaveras
sangrando, una moto echando humo sobre un cielo hermoso al que parece no
importarle, el tiempo reanudando su marcha de
andar cotidiano sin asombro.
"Tardes de Butoh" en el botánico invita a la
reflexión durante todos los domingos de noviembre siendo una buena oportunidad
para acercarse a ver un espectáculo Japonés de
características esencialmente distintas a las habituales, y de manera totalmente gratuita.
Cobertura periodística realizada por Mariano Pérez Gallardo, alumno de segundo año de la Tecnicatura en Comunicación Social.
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