El día sábado 24 de agosto a las 11 horas junto a mis compañeros y compañeras de segundo año de Comunicación Social, realizamos una visita guiada al Museo Sitio de Memoria ESMA, el ex centro clandestino de detención, tortura y exterminio, ubicado en Av. del Libertador 8151 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con entrada gratuita y que está abierto de martes a domingos de 10 a 17 horas.
La visita incluye un recorrido por el edificio del ex Casino de Oficiales, que hoy es evidencia del terrorismo de Estado, prueba material en el proceso judicial y museo. Comenzamos en la recepción donde un guía nos dio la bienvenida y nos hizo pasar al antiguo salón de esparcimiento de los oficiales, un lugar amplio donde nos contó que había juegos de billar y quedan aún los restos de un bar con una barra y bebidas. Allí nos sentamos y vimos una proyección de catorce minutos que nos situó en el contexto histórico argentino desde 1930 hasta la última dictadura militar. Vimos testimonios sobre las detenciones, los centros clandestinos y las torturas.
Por otro lado, se mostraba al dictador Jorge Rafael Videla en una conferencia de prensa, en 1979, diciendo: -“Es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está”, generando escalofríos e impotencia. Aparecen, también, madres y abuelas desesperadas pidiendo por sus hijxs y nietxs, reclamando porque les cerraban las puertas en todos los lugares donde los buscaban: consulados, embajadas, ministerios e iglesias.
El video finaliza con la marcha del pueblo el 30 de marzo de 1982 desde 9 de julio hacia Plaza de Mayo al grito de:- “Se va a acabar, se va a acabar la dictadura militar”, que resultó fuertemente reprimida por las fuerzas armadas.
Luego, el guía nos hizo referencia que allí funcionaba la Escuela de la Armada y que éste fue uno de los más de 600 lugares de detención ilegal que existieron en nuestro país.
La casa de los oficiales era el núcleo del centro clandestino, por este edificio pasaron alrededor de cinco mil personas, de las cuales la mayoría fueron arrojadas vivas al mar. Toda la construcción del museo se hizo sobre la base de los testimonios de los aproximadamente 150 sobrevivientes, que sirvieron para los juicios, ya que, hasta hoy, los marinos mantienen el pacto de silencio sin dar ningún tipo de información sobre lo que sucedió.
Antes de seguir el recorrido, el guía nos pidió que dejáramos nuestros bolsos en un guardarropa, y que no nos apoyásemos en las paredes, ni tomáramos fotos con flash, ni comiéramos, ni bebiéramos; ya que todo esto podría perjudicar las evidencias de la Megacausa ESMA.
También por este motivo desde que se recuperó en el 2004 el edificio, no se puede pintar, ni arreglar y por eso se ven las paredes descascaradas y con manchas de humedad. La muestra museográfica se encuentra en pilares de cemento y se recorren todas las instalaciones sobre tarimas. Los proyectores, requirieron la aprobación de un juez.
Continuamos el recorrido por las siguientes salas donde estaban el comedor y la cocina. Allí hay información sobre la ideología de las fuerzas armadas y sobre cómo funcionaba todo el predio como escuela y centro clandestino a la vez. Además, hay una muestra temporaria que habla sobre la violencia en particular que recibieron aquellas mujeres y embarazadas detenidas.
Observamos las manchas de humedad en una pared donde hubo un ascensor y una entrada al sótano, reformados por los militares para despistar cuando en 1979 vino a la Argentina la Organización de Estados Americanos (OEA) para una inspección. Por ese mismo motivo los detenidos fueron trasladados a la llamada “Isla del silencio” en el Delta, propiedad de la iglesia católica que se la cedió a la marina que la usó provisoriamente como centro clandestino. El resto de las personas que no llevaron a la isla fueron “trasladadas”, término que utilizaban para referirse a la eliminación física a través de los vuelos de la muerte.
Subimos al primer y segundo piso por las escaleras, donde estaban las habitaciones de los oficiales pero no pudimos ingresar. El guía nos contó que están exactamente como la dejaron los marinos en 2004. Por esas mismas escaleras lxs detenidxs eran llevados encapuchadxs en cualquier momento del día a Capucha, principal lugar de reclusión de lxs prisionerxs, denominado así por los represores. Allí se encontraban en colchonetas de setenta centímetros por dos metros, separadas entre sí por una pared de un metro de alto, permanecían encapuchadxs y esposadxs durante todo el día; eran llamadxs por un número en vez de sus nombres y en caso de necesitar ir al baño, el guardia les traía un balde. Las ventanas permanecían cerradas y pintadas de negro, solo había una luz artificial que alumbraba muy poco y no había calefacción central ni aire acondicionado. La tortura en este lugar era más bien psicológica, había olores, ratas, no sabían en qué momento del día se encontraban, en invierno con mucho frío, y en verano con calor.
El recorrido sigue por las habitaciones de las embarazadas donde, a partir de
1977, se monta una maternidad clandestina, donde las mujeres eran llevadas a
partir del séptimo mes de gestación, en ese lugar no tenían mejores condiciones
que los demás, pero a veces les permitían levantarse la capucha y les daban
frutas, con el tiempo empezaron a tener la posibilidad de ser acompañadas por
otras mujeres en la misma situación y es así como se saben los nombres de
algunos de los médicos responsables. Luego de parir, les hacían escribir una
carta donde contaban las condiciones en que habían nacido sus bebés para sus
familiares, pero los bebés y las cartas nunca llegaban. Los militares o sus
allegados se apropiaban de los niñxs y las madres eran “trasladadas”, a esto se
lo denominó Plan Sistemático de Robo de Bebés.
Hubo un caso en que sí fue devuelto a su familia, Sebastián, el hijo de Patricia Mancuso.
Por otro lado, dos personas que hoy pertenecen al
ámbito político fueron nacidos en la ESMA: Victoria Donda y Juan Cabandié.
El siguiente lugar por el que pasamos era
el denominado Pañol donde guardaban todas las cosas que se robaban de las casas
de los detenidos, que eran desvalijadas.. Allí había
trabajo forzado, ya que, llevaban a alguna persona a acomodar y clasificar lo que
se robaban.
Por el mismo camino se encuentra “La Pecera”, donde también
llevaban personas a trabajar: hacían análisis, traducción y resumen de notas
periodísticas políticas para los jefes de grupos de tareas, quienes se dieron
cuenta del capital intelectual que tenían en Capucha y lo usaban a favor de su
proyecto político. Estar ahí no les garantizaba la vida, a veces rompían sus
trabajos para el otro día volver a comenzar y quedarse ahí; o decían que no
podían con tanto para que llamen a algún compañero o compañera y liberarlxs por
un rato.
Cuando regresamos a la planta baja, pasamos por Los
Jorges, donde estaban las oficinas de los jefes del Grupo de Tareas y a
continuación la casa del Almirante, el director de la ESMA, Rubén Jacinto
Chamorro, una casa lujosa con una entrada independiente y otras al casino.
El anteúltimo lugar que visitamos fue el Sótano,
donde se juntaban las bases operativas del sector de inteligencia y operaciones
del Grupo de Tareas. El sector de inteligencia era el sector burocrático donde
decidían la vida o muerte de quienes pasaban por allí, tenían fichas con sus
datos, la foto que les sacaban después de torturarlos, el número que les ponían
en lugar de nombre. Gracias a esos números se saben que pasaron cerca de cinco
mil personas, ya que, tenían una numeración del cero al nueve mil noventa y
nueve y se iban repitiendo. Esas fichas no se saben donde están, la marina no
las aportó a la justicia. Por otro lado, el sector de operaciones se encargaba
de planificar y organizar los próximos secuestros.
Por último, nos dirigimos al “Salón
Dorado”, el antiguo salón de ceremonias, donde vimos una proyección de ocho
minutos, la misma contaba la situación actual de los responsables de lo sucedido
en la ESMA.
Nosotros sentados en el centro, vimos a nuestro alrededor una ficha
de cada culpable de lo sucedido, sus nombres, sus puestos y los delitos
cometidos. Comenzaron a mostrar partes de los juicios desde 1985 cuando se da el
Juicio a las Juntas, hasta el día de hoy y sus condenas.
La memoria, la verdad y la justicia fueron
proclamadas políticas de Estado en la ex ESMA, esto es producto de la
incansable lucha de los organismos de Derechos Humanos y los juicios son la
principal forma de saber lo que pasó con el terrorismo de Estado y reconstruir nuestra historia.
La causa se divide en partes,
ahora estamos atravesando la cuarta, el último juicio fue en 2017, aún queda
mucho por saber, porque es un proceso largo.
Es interesante saber que son abiertos al público
y cualquiera puede ir a presenciarlos y acompañar a los familiares de los
desaparecidos. Argentina es uno de los pocos países que juzga a los represores
en un tribunal civil.
Los sitios de memoria se encuentran en todo el país y el
guía nos invitó a volver, a traer conocidxs y a reproducir toda la información
que nos llevamos y contribuir a la MEMORIA, VERDAD y JUSTICIA.
Cobertura periodística realizada por Giuliana Mariel Gambino, estudiante de 2º Año de la Tecnicatura de Comunicación Social.
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